domingo, 2 de agosto de 2009



LA VERDAD POR MAS QUE DUELA.

Podría ponerme sentimental, con ese positivismo que la popularidad añora y valora como rasgo puro de liderazgo. Pero esta en mi naturaleza, el escoger siempre el no serlo.
Y jugarme a decir a quien sea, que no me gusto, que me parece tarde, que
me dio fiaca, que no escuche porque no me intereso. Que no voy a comerlo más, porque no me pareció rico.
Manías y extrañas tradiciones de decir que Si! Cuando es no! Que estaba rico, cuando fue lo
peor que mi paladar saboreo.

Quisiera irme aun más allá de aquellas simples y a la vez complejas situaciones que acongojan nuestra alma al momento de decir la verdad por más que duela.

Desde chicos, y me refiero a realmente chicos, cuando se nos están otorgando nuestras primeras instrucciones de educación, se nos enseña y engaña con vagos trucos sobre lo que se es debido hacer, decir, contestar, actuar.
Que la sopa no es fea, que es saludable… frase sin fundamentación alguna, ya que a partir de ese momento, todo lo saludable me recuerda a esa amarga y encípida sopa. Que salude, que haga “la carita”, que le muestre a la señora, que
diga hola, que diga cha

u… que diga, que haga, que muestre, y así nos vamos convirtiendo en aquellas marionetas conducidas por cualquier adulto que hará lo que sea, para poder reír y divertirse “con nosotros”???

Las cosas que no me gustaban

Es asombroso como desde lo más profundo de nuestra mente asoman gran cantidad de sucesos, objetos, sabores, aromas, y lugares a los que nuestro sistema corporal completo se niega a acercarse. Las cosas que no me gustan! Las cuales por parte de nuestros padres parecen comenzar a formar parte de su mayor atención y dedicación, a colocarnos cada vez más y forzadamente cerca. QUE TE TIENE QUE GUSTAR!
Solo me hacia falta decir NO ME GUSTA, para recibir de eso, tantas veces sea necesario hasta no poder de

cirlo mas. ¿Por nauseas?, ¿por miedo?, por lo que sea.
Que no me gusta la cebolla, no significa que la tengas que cortar aun mas pequeña para que no pueda verla; mi sentido del gusto y del olfato seguirán intactos, y fácilmente voy a adiv
inar que esta allí por mas que lo niegues. Pero no te atreves a dec

ir nada, porque supones que tu madre,

antes de tomar la decisión de no ponerle cebolla a esa comida, escogería cocer mi olfato, y cortar mi lengua para no poder adivinar que está allí. Y así comienza este círculo vicioso, en el cual tiramos de esa cuerda del NO ME GUSTA, y el TE TIENE QUE GUSTAR, que no acabara hasta que una de las partes ceda.


¿Qué factor determina lo que me tiene que gustar?

Si hace mucho que tienen esta pregunta, fácilmente les diré la respuesta: Las madres.
Que por mas bondadosas que parezcan intentaran todo para que lo que nosotros, bajo
el poco poder de decisión que poseemos, escogemos como impropio, se haga parte de nuestras células, hasta ocupar parte de cada fibra de nuestro cuerpo.
Ya no hay talentos, ya no hay habilidades, ni aptitudes, ni cosas bellas con las cuales hacer reír y emocionar a los demás. Ya no hay mimos, ni morisquetas. Solo me he convertido en
aquel ser a quien no le gusta LA CEBOLLA!

Mas allá de aquellas experiencias que comenzamos a tener desde temprana edad, podemos ver y reconocer en nuestra vida un sin fín de hechos y situaciones en los cuales nos vemos cegados y hasta obligados a seguir con los patrones de lo que a la sociedad como parte en sí, debe de gustar y lo que no.

Hoy soy fuerte en mis decisiones, y sé lo que me gusta. Y puedo llegar a disfrutarlo. Tengo el poder de decir NO. Y los fundamentos para el que los crea necesarios.

Seamos felices, ¡AUN SIN COMER CEBOLLA! Y aprendamos a vivir la verdad de los demás, por más que duela.


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