domingo, 15 de noviembre de 2009

4ta Parte

Ahora no se crean que todo en mi vida fueron historias de aprendizaje. La verdad es que no paso mucho tiempo más hasta conocer al nuevo hombre que pasaría por mi vida. Mario Larocha. Veintisiete años. Un metro ochenta y cinco, fuerte, fibroso, con una sonrisa que aflojaba cualquier vejiga. Si, lo se, soy una gorda prosti, porque casi sin darme cuenta, estaba pasando mi cuarta noche consecutiva en su PH. Lo nuestro fue pasión pura, simplemente nos sentíamos atraídos y no podíamos separarnos por nada. Nos reíamos y nos divertíamos como chicos y eso hizo del tiempo que pasamos juntos algo único y diferente a todo lo que había vivido. Mario, le daba otro rumbo a la concepción de hombre que me había hecho a lo largo de mi vida y se convertía en algo más que prometedor. El 8 de abril de ese mismo año, me estaba casando por segunda vez, convencida de que este sería el comienzo de una nueva etapa de La Marta. Y así fue, no pasó más que un año y medio hasta que una noche al llegar a casa con una barra gigante de chocolate, de la cual Mario era adicto, lo veo sentado con las piernas abiertas, la cabeza agachada y sostenida por sus manos. Me quede mirandolo sin decir nada, hasta que me miro y me dijo:



_Estuve pensando...Y bueno, creo que a vos te pasa lo mismo…¡Esto ya no va más!_


Esas pocas palabras, no sólo me hicieron saber que no, no solo que no me pasaba lo mismo, sino que me traía a la mente una recolección de imágenes, de un pasado que se convertía en presente de una patada. Por más que intenté que las cosas volvieran a funcionar Mario ya no me amaba y no había nada que yo pudiera hacer para cambiarlo. Cuando no se ama, simplemente no se ama, y nada puede forzarlo. Lamentablemente me costó un segundo divorcio, y una parte más de mi corazón que se iba con aquel hombre, con aquellos sueños y deseos de convertirme en su princesa, su reina, o simplemente suya.


Ahora no era de nadie. La Marta era ya una anécdota que todos comentaban por el pueblo. La gorda que no puede mantener un marido. Sin querer, o quizás queriendo inconcientemente, me había convertido por completo en aquel prototipo de Marta, el cual alimentaba día tras día frente al espejo a los ocho años.


No podía entender cómo era posible que no hubiera podido elegir el nacer para ser princesa, o tía soltera. Me llevo mucho tiempo hasta llegar a comprender que siempre tuve la opción. Yo sola me puse en un montículo ficticio creado por mi imaginación, eligiendo ser quien fui. De niña era mucho más fácil el creer que los sueños eran posibles, sólo hacía falta agarrar ese viejo lápiz de labios, pintarme, ponerme frente al espejo y listo, ya me encontraba en ese nuevo mundo donde finalmente estaba convertida en lo que tanto soñaba ser. No se cuando, o en qué momento específico, pero por ahí entre alguna mirada enamorada, ese sueño cambió. Mi mente se iluminó al darme cuenta de que todo este tiempo estuve buscando el amor. El príncipe que rescatara a esta gorda tetona de esta torre de pelo atascado. El compañero que iba a vivir junto a la Marta la historia de su vida, aquel que diera vida a sus anhelos. No sentía tanta conmoción desde la vez en que mi mamá me sentó en el vidé, y desde el inodoro me enseñó como debía ponerme un tampón.
En fin, era libre, una mujer que sabía lo que quería. Nada podía detenerme, era la mejor sensación en años. Mejor que fumarme un porro en la playa, mejor que comer chocolate después de una noche de sexo, aun mejor que un buen masaje en los pies.
Ahora soy una mujer mayor y llamarme Marta, Margarita, Lucrecia o Silvina, la verdad no me cambia en lo absoluto. Es una nueva etapa de mi vida supongo, en la cual la experiencia con el género masculino de golpe, ante los ojos de mis amigas, me convertía en una experta en relaciones maritales. Ahora La Marta, se dedicaba también a dar consejos de matrimonio. Solo me faltaba dar remedios caseros, y trucos para adelgazar comiendo mezclas de yuyos o curar el empacho con la cinta métrica y ya me podría consagrar por completo, como la Tía Marta. Aún no comprendo como alguien que fue abandonada, engañada, estafada e insultada tantas veces por tantos hombres diferentes, podría llegar a dar un consejo eficaz para mantener un matrimonio unido y feliz. Ellas, mis amigas, lo tenían todo, solo necesitaban las herramientas para lograrlo. Yo tenía las herramientas, pero nadie con quien compartirlas. Solo un sueño efímero, que se esfumaba en el viento, que ajustaba mi remera, haciendo más que evidente mi panza gorda y mis tetas a medio caer del peso. Estaban más altas, aun lo recuerdo, y más juntitas. No se cuanto, pero más altas y juntitas que ahora estaban, aunque ya no importaba. Seguramente se habían caído entre aquellos sueños y recuerdos que quedaron perdidos en el camino, junto a tantas otras cosas.
No se mucho de las cosas que hice bien en mis relaciones, pero si tengo muy presente cuales son las cosas que "No" hay que hacer. Esos son los consejos que sí puedo dar...

                                                               CONTINUARÁ...

3 comentarios:

  1. _Es genial!!!, me dejas con la intriga, ¿que sigue en la vida de La Marta?. Espero no pase mucho tiempo hasta tu próxima publicación. Un abrazo
    Victor Ariel

    ResponderEliminar
  2. Gracias Victor! Cada domingo podrás leer un nuevo capitulo de La Marta. Un abrazo y muchos exitos para vos!

    ResponderEliminar
  3. Es excelente!! Sos el proximo Almodovar Argentino!! Esa mezcla de comicidad y tragedia!! Te Super quieroo!♥ Exitos!!
    LetiX!

    ResponderEliminar