jueves, 25 de noviembre de 2010

Crónicas en la gran ciudad...


Acabo de cumplir nueve meses en la ciudad, y aún me siguen pasando cosas que ni yo puedo comprender que sean posibles.

No  hay día más estresante que el de hacer los "trámites".
"Trámites",  es una palabra que me suena a complicado, a hombre atareado, a largas filas, caminatas sin fin, mares de gente y situaciones difíciles con papeles y plata. El sólo hecho de pensar en hacer "trámites" me da un retorcijón en el pecho y una especie de stress mental que me deja completamente mal predispuesto, aun antes de cruzar la puerta de casa.
Como buen chico nuevo en la gran ciudad,  no queda otra posibilidad que comenzar el día con alguna metida de pata vergonzosa. Han pasado muchas... desde estirar la mano para parar el subte (peligroso), o subirme a un tren  y que salga para el lado opuesto;  y lo peor de todo: bajarme y creer que estoy en el lugar correcto.
He aprendido a crear mis propias reglas: Las reglas que me ayudarían a no volver a cometer los mismos errores.  La primera de ellas es que al estar perdido, "nunca es suficiente preguntar por una calle a uno o dos vecinos".  Por  mas que cueste, he llegado a la conclusión de que hay que preguntar, por lo menos, a  cuatro personas diferentes; en lo posible en distintos lados de la vereda. De esos cuatro, por lo menos dos te mandan a lugares completamente opuestos. Sumando a otros dos (en lo posible almaceneros, o porteros), podríamos llegar a una posible verdadera locación. De más está decir, que esto es solo para testarudos como yo, que lo único que hacen antes de salir de su casa es revisar la dirección en el google maps, y salir sin mas que el vago recuerdo de aquella imagen, con dos únicos datos fijos: que subte/ bondi tomar; y dónde bajarse.
Al fin y al cabo, los difíciles "trámites" terminan siendo lo más fácil del día, comparado con el trastorno de llegar a destino…

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